Sören Kierkegaard

Decía Sören Kierkegaard que “Los hombres son absurdos. Jamás emplean las libertades que tienen, sino que exigen las que no tienen. Tienen libertad de pensamiento, pero exigen libertad de expresión.”. Es para analizar, ¿eh? Como esa postura sobre el tiempo parado y el hombre quieto postulada sobre sí mismo, que plantea que cualquier artefacto mental o físico que lanzas al mundo vuelve directamente a ti.
Kierkegaard es, desde mi punto de vista, uno de los filósofos más interesantes y creativos a los que he accedido… El placer que muere justo en el momento de nacer, la imperfección de alcanzar metas por ‘lo contrario’, el valor de la melancolía, el hombre como resuelta equivocación natural, la pena como comodidad de la vida, la alegría de la quietud [quien está quieto no corre riesgos], la felicidad como puerta de la nada, la verdadera lucha de dar vida a tus espectros, la ridiculez de la prisa, la inocencia como absurdo, la esperanza de no dejar de ser niño, la intensidad en todo y sin medias tintas, la imperfección como prueba de perfección, la miseria de la existencia que contempla su gloria, el absurdo de correr tras los placeres y no gozarlos, el fraude de la verdad, esa cosita de que la muerte no promete nada pero lo cumple todo, la desaparición del mundo por un ‘júbilo general’, el recuerdo como proposición de vida completa y completada, el deseo de la pasión por la posibilidad, la religión como placebo en el que Dios sufre y los discípulos dormitan, su exhortación a la desesperación para entender el sentido de la vida, el valor de movimiento que contiene el detenerse, el otorgarle valor de categoría esencial a lo individual, la esencial necesidad de eternidad en lo temporal, la individualidad como salvación, el silencio como arte de eternidad…
Un tipo interesante con mil propuestas en las que arder sin prisa, con una impronta que seguir y con mil contradicciones que intentar resolver en un punto crítico. A mí me da mucha vidilla leerlo, tanta como leer a Pavese, a Pizarnik o a Angelito González.
Y el trabajo mental que me proporcionan sus lecturas me va centrando como hombre y me apoya en mi casi clara idea de individuo lanzado como una flecha hacia la nada.

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