Meisterstuck 149

¿Y la belleza de la inutilidad? No es creador el que persigue la originalidad como camino único. El verdadero creador es el que sabe modificar la realidad de lo anecdótico creando símbolos universales.

Llevo las gafas colgadas del cuello por un cordón marrón con pequeñas abrazaderas doradas que atrapan las patillas de las gafas con auténtico celo, pero apenas me pongo las gafas porque me resultan molestas, aunque las necesito. Llevo un portaplumas con una pluma Pilot retráctil y una Meisterstuck 149 negra como el azabache más negro. La Pluma Pilot la utilizo para los garabatos –que cada día se hacen más frecuentes–, y con la Meisterstuck 149 escribo algunas notas sobre mis pensamientos y firmo los documentos de mi empresa. Las plumas son mi pasión, sobre todo si tienen el tacto frío y el peso justo para sentirlas deslizarse sobre el papel. A veces me parece que son una prolongación natural de mi mano y no las suelto en todo el día. Mis plumas ejercen una labor relajante con sólo tocarlas. En alguna ocasión he llegado a pensar que todo el rito de las plumas tiene que ver con alguna carencia personal o con alguna frustración. No llevo anillos, ni el de casado, pues me dan una agobiante sensación de pérdida de libertad, de vínculo visible hacia los demás, un indicador de propiedad que no me gusta nada.

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