Una mujer dormida

Una mujer dormida es una invitación a entrar
o a mirar con sigilo,
una intención tácita a meterse en ella
y hurgar como un furtivo buscando la humedad,
un camino de perfección
en el que el derrotado es quien recuerda y toma,
un poema perfecto que no tiene palabras suficientes,
carne siempre en espera que no sabe de ojos,
el mar en que nadar y en el que ahogarse,
una fe sin medida,
un ardor en el centro,
una verdad tendida…

Una mujer dormida es la espera precisa de lo que ha de venirnos,
la impaciencia,
el don de la ebriedad,
el tacto sincopado,
una luz,
el mar mismo sin olas…

Una mujer dormida es desamparo y latidos,
vulnerabilidad y saliva cayendo,
disturbio en las hormonas,
verbo quieto que respira despacio,
una voz sin sonidos audibles…

una invitación a entrar
y no salir jamás de entre sus sueños.

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