El dado

Como lanzar un dado al aire y detenerste a pensar en lo que realmente quieres guardar de ese suceso... guardar su empuje hacia arriba, cuando el dado contiene aún tu ímpetu, el espíritu con el que lo impeliste... guardar el justo momento en que tu fuerza muere y el dado queda detenido un instante, como flotando... guardar su caída, el alma que es atraída por una fuerza inexplicable... guardar el número que aparece en su plano superior al detenerse sobre el suelo.
¿Cuál de estos sucesos es más real?, ¿cuál es más trágico?, ¿de cuál de ellos puedes obtener más grado de satisfacción?
El dado es real, tangible... su elevación es mensurable... su caída predecible... el número mostrado responde a cierta física... Así es la vida y las diversas interpretaciones que de ella hacemos los hombres... como un dado, como un pequeño dado lanzado al aire. ¿Y la poesía? La poesía nace cuando imaginamos ese dado de niebla, de humo o de agua e intentamos darle una existencia viva... ¿Y el arte? Es detener el dado en todas sus posiciones posibles, aunque sea de humo, niebla o agua... ¿Y la filosofía? Eliminar el dado y poner en su lugar al hombre y a su espíritu.
Sólo existe, en todo caso, una pieza cúbica de marfil con unos puntos perfectamente marcados en sus caras, una pieza de marfil que jamás podrá medir la enorme dimensión de su capacidad de indicio.
Es la vida, el hombre, el dado y sus cosas.

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