Sartre

Cuando Sartre dijo que «el mundo podría existir muy bien sin la literatura, e incluso mejor sin el hombre», ya había vendido una pila de libros y vivía de puta madre gracias a ese estatus de intelectual que conservó hasta su muerte. Sartre quizás no hubiera podido existir sin la literatura, y menos sin el «otro». Debo reconocer, en todo caso, que este tipo nos dejó un estupendo legado de palabras, que hasta escribió que «el hombre está condenado a ser libre», cuando la realidad nos dicta que el hombre a veces se resigna a serlo, pero por poco tiempo. En fin, que me encanta ser un pequeño existencialista cuando debiera plantearme ser un pequeño burgués con cara de gilipollas.
«El existencialista no cree en el poder de la pasión. No pensará nunca que una bella pasión es un torrente devastador que conduce fatalmente al hombre a ciertos actos y que por consecuencia es una excusa; piensa que el hombre es responsable de su pasión. El existencialista tampoco pensará que el hombre puede encontrar socorro en un signo dado sobre la tierra que lo oriente; porque piensa que el hombre descifra por sí mismo el signo como prefiere. Piensa, pues, que el hombre, sin ningún apoyo ni socorro, está condenado a cada instante a inventar al hombre. Ponge ha dicho, en un artículo muy hermoso: el hombre es el porvenir del hombre. Es perfectamente exacto. Sólo que si se entiende por esto que ese porvenir está inscrito en el cielo, que Dios lo ve, entonces es falso, pues ya no sería ni siquiera un porvenir. Si se entiende que, sea cual fuere el hombre que aparece, hay un porvenir por hacer, un porvenir virgen que lo espera, entonces es exacto. En tal caso está uno desamparado.
En cuanto a la desesperación, esta expresión tiene un sentido extremadamente simple. Quiere decir que nos limitaremos a contar con lo que depende de nuestra voluntad, o con el conjunto de probabilidades que hacen posible nuestra acción.». O quizás no sepa ser un existencialista. Yo qué sé. ¿O sí que sé? En todo caso, mi futuro está sobre todo en mis manos, y en mi palabra, y en mi libertad, y en este mundo al que fui «arrojado» para decidir si otros decicían por mí y de qué forma. Qué bien viene a veces un «rip» a tiempo.

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