Existe cierta obscenidad...

Existe cierta obscenidad litúrgica en mis palabras, y lo sé, y juego cada día a una ceremonia del aborrecimiento.
También soy el malvado Maldoror y podría llevar sobre mi cabeza el embudo de los locos o un altar en el que parodiarme, porque soy el no-hombre quieto en la noche que se mueve con toda la velocidad de sus alimañas. El no-hombre en el no-exilio, el meticuloso delirante, el centro indeterminado, la razón hipnotizada, el detestado de antemano, el colmo seco de la incertidumbre, el arpa que corta, el solitario fecundo, el extraviado, el deshonesto embriagado, el hombre clorhídrico, la gloria de mi casa y el corindón de mi abuela.
Ahora busco el lugar intermedio, ese espacio nebuloso en el que esperar a que todo devenga doloroso o pleno de gozo… a pesar de que sé sin certeza que ese todo es una nada de protones buscando reposo.

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