Anatole France

No sé por qué hoy recuerdo a un personaje pintoresco de Anatole France. Evaristo Gamelin, se llamaba el tipo; un hombre de la revolución francesa, de nobles intenciones, que se dejó llevar por Robespierre a la práctica del terror. Recuerdo que todo en Gamelin era puro, profundo y andaba por los caminos de la lógica. Su fe en la revolución le hizo un ser sanguinario y hasta consiguió marchar hacia la muerte con la cabeza bien alta. Quizás me llegue Gamelin como un prototipo con el que experimentar durante un tiempo hacia afuera. Jugar al cedazo de las ideas puras y no dejar pasar ni una a nadie, amigo o enemigo, siendo implacable en todo. Aunque, la verdad, no tengo demasiadas ganas de volver a esa cresta en la que el respeto se expresa con puñaladas en la espalda y con amargo veneno en el café. Prefiero una pequeña muerte en mi Venecia diaria mientras se me deshace el maquillaje entre el sudor frío, una muerte mirando al mundo desde mi patetismo, pero en absoluto silencio.

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