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Mostrando entradas de abril 18, 2010

¿Por qué no desnuda?

¿Por qué no desnuda?... sin los engaños en el pecho, sin las presiones de la muda y sin el vuelo del vestido para ocultar tus posturas... enséñate a los ojos como eres, sin el musgo de las cosas cubriendo tu piel, sin el truco en las colinas y en las blondas del cuerpo... sé el tapir en los juncos y deja que mis ojos sean manos... que me admire de todo tu desastre y te contradiga, que me deje goloso el caucho que derramas y me mate todo lo pálido... Gústate hasta que te ciña tu desnudo y se desate... gústate de la nube que eres hasta en la borrasca... gústate en la porcelana que levanta polvaredas en tus iris... en el brío de tus gestos, en el aire que agotas al girarte... y quiérete comer a dentelladas como en un adulterio con tus formas... y luego ese olor a mandarina de tu vientre, la desazón que lleva... que entre por tu nariz y te deje agotada.

Que no me duela morir

Que no me duela morir es lo que quiero... y rimar perros con árboles o hacerme un harakiri en el pulgar cuando atardece... bailar como un poseso al ritmo del ‘Dough roller blues’ de Garfield Akers y decidir si me muerdo una uña o me fumo el próximo cigarro como un suicida... pero que no me duela morir, porque no merece la pena que me vaya de aquí con un recuerdo amargo... que no me duela morir... y rimar las costuras de tu falda con los muslos o poner mantequilla en las galletas, y caminar toda una noche entera mientras llueve o simplemente dejarme caer en la cama como un fardo... Y que me canse de usar solo la mano derecha o que me olvide de que tengo un omóplato mientras miro tus senos de glicina a contraluz y con el filtro verde de mis ojos... y que siga deseando acariciar los meses como a tu vientre hecho de cutis fino y blondas suaves... y no sentirme indiferente como las reses en el paisaje, estancadas en los pastos con nada que hacer... Que no me duela morir... o que me duela p

Me siento precipicio

Me siento precipicio si me miro hacia abajo, un precipicio íntimo que no sigue los ritmos que le marco, y entonces me siento ‘tú’ más que ‘yo’, porque me miro como de lejos y me veo allí y no aquí, donde ocupan los ojos el juego singular de lo que tengo... y así me quiero y me desquiero, me admiro de lo que soy y me amargo por lo que haya de ser... que este acá no es lo mismo que aquel allá del vientre, del sexo descansando entre su bosque, de muslos y rodillas que se doblan... me desencuentro así cada mañana, como en mitades raras, desnudo y tiritando... e imagino el atrás que los ojos no alcanzan como esos ‘porsupuestos’ de lo dado por hecho... Vivir entre estos huesos, que juegan a quebrarse sin hacerlo, a veces me resulta un contratiempo, pues me siento en mitades y no entero... otras veces me olvido del andamio y dejo que mis manos se acurruquen en el suave correr del entremuslo... y me acerco despacio hasta ese vértice que me engaña en el tacto con su crema... no es vicio, es sol