Iván Turguenev

Después de leer una edición del diario “El Mundo” que le llevé a su domicilio, Iván Turguenev, que andaba engolfado en la escritura de una novela que titularía “Víspera”, decidió sumar a la misma un personaje que fuera todo lo contrario de la representación de un político medio español según ese diario cavernario y conservador. Creó así a Dmitri Nikanorovich Insarov, un hombre de voluntad incomparable, gran perseverancia, cumplida decisión y un alto dominio de sí mismo con un perfecto añadido de honradez y sinceridad.
Pasaron unos meses y volví a visitar al maestro con cierta curiosidad por conocer a ese personaje del que fui de alguna manera detonante.
Saludé al Turguenev cuando me abrió la puerta de su casa y, cuando se me presentó la ocasión, le pregunté por Insarov.
”Un completo fracaso –me respondió–, Insarov era tan vulgar y anodino que sólo me sirvió para hacer una crítica velada de la nueva generación rusa… pero nunca para conseguir cierta altura literaria”.
Sonreí levemente y le entregué la grabación de un programa de radio dirigido por un tal Losantos.
La escuchó y se le encendieron los ojos.
“Esto, amigo, no admite literatura… es ya literatura”.

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