Naufragar en otras lenguas

Con el tiempo me he percatado de que para conocer mejor el castellano es imprescindible haber naufragado en otra lengua. Solo desde la mágica conversión de las palabras de un idioma a otro, desde los giros distintos para una misma idea, incluso desde los distintos significados que ingentes términos de nuestro idioma tienen en los diversos países hispanoparlantes… puedes percibir la riqueza significativa y expresiva de tu lengua natal. Sucede lo mismo que con el asunto de habitar en una tierra durante años y sorprenderte de pronto con que no conoces sus edificios singulares, que no has visitado sus museos con atención, que no te has fijado en los artesonados de sus iglesias o que, simplemente, no has mirado hacia arriba cuando caminas para empaparte del universo de balcones, galerías y decoraciones. Llegamos a habitar nuestro espacio como en un acto reflejo, igual que llegamos a hablar nuestra lengua de la misma forma, sin ser sensibles a su potencia y sus hermosos valores, sin percibir su fuerza ni las capacidades que nos prestan como herramienta o arma, como camino de conocimiento y quizás hasta como meta.

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