Jean Piaget

Enredando en mi biblioteca me doy de bruces con una edición de Jean Piaget [«Lógica y psicología»] que me sirvió de apoyo durante el tiempo en el que intenté el estudio de la psicología en la Universidad de Salamanca animado por mi prima Mª Carmen, que inició esa carrerar y podía facilitarme los apuntes mientras yo llevaba mi negocio en Béjar. Pasando las hojas del libro me encuentro con algunas notas manuscritas de aquel tiempo en las que me hago preguntas y saco algunas conclusiones. Hay una que copio porque me ha llamado la atención sobre las demás. Dice: «Si la lógica da un lenguaje bien construido y la psicología necesita claridad en la expresión de sus estudios sobre la operatividad de la mente, entonces deben complementarse la lógica y la psicología»... El resultado de aquellos dos años en los que estuve matriculado en la disciplina de Psicología fue que lo apuntado en la nota no se cumplía ni de lejos, dejándome la idea clara de que esta materia es un invento fraudulento contra el hombre y muchas veces harto dañino, ya que se ampara en percentiles, medias y modas para esteblecer los comportamientos «normales» del ser humano. Tal abuso estadístico tiene graves consecuencias si es llevado a términos generales, pues supone la exclusión de los individuos que no cumplen con los percentiles definidos y no siguen los caminos marcados, de tal forma que cualquier paso dado fuera del camino supone una perversión de la normalidad que desde la psicología se castiga con la injusta dureza de las «premisas consumadas»... Quien no sigue al dedillo la campana de Gauss de la normalidad que los psicólogos han diseñado en base a sus estudios estadísticos es un ser no válido para conformar el entramado social. No en vano, estos peligrosos «profesionales» tienen ya un enorme poder en la escuela y en el acceso al trabajo [no hablemos de su hambre por solucionar problemas escolares, de pareja o de comportamiento], determinando con descaro quién es válido y quién no en base a presupuestos absurdos que tienen mucho que ver con la comunión molinera [coño, sí, con eso de comulgar con ruedas de molino].
Su trampa está en la interpretación del catálogo lógico de las diversas conductas suponiéndoles unas consecuencias que hasta el día de hoy no tienen trabazón alguna. Dice Piaget que «el álgebra de la lógica puede ayudar al psicólogo proporcionándole un método preciso para especificar las estructuras que emergen en el análisis de los mecanismos operatorios de la mente» y que «desde el punto de vista psicológico, las operaciones son acciones interiorizables, reversibles y coordinadas en sistemas caracterizadas por leyes que se aplican al sistema como un todo. Son acciones, puesto que se llevan a cabo sobre objetos antes de ser realizadas sobre símbolos. Son interiorizables, puesto que se pueden ejecutar mentalmente sin perder su carácter original de acciones. Son reversibles, a diferencia de las simples acciones, que son irreversibles...».
Todo esto en una cabeza como la de Jean Piaget, en una mente lógica y bien formada en ese trasunto de acuerdo/convención entre hombres que hemos dado en llamar Matemática, puede tener consecuencias positivas que nunca pasarán de la barrera especulativa, porque... ¿Cómo puede someterse un ser tangible con latido y carne, con células y órganos funcionando por su cuenta, con esa electricidad biológica de la sinapsis, a un trasunto de acuerdo humano en el que las cosas son como son porque estamos de acuerdo en que así sean y no porque realmente tengamos la certeza de que son como son? [siento complicar con palabras lo que en mi cabeza es clarividencia].
Pero si estos postulados que se sostienen en unos eternos pies de barro se le dan como herramienta de uso y abuso a seres anodinos, sin la proyección mental suficiente para entender los límites de esos usos, ¿a dónde puenden llevarnos con sus absurdas decisiones sobre la validez o la invalidez mental de las personas? [Conozco psicólogos a porrillo y –hablando en su lengua estadística– puedo afirmar que no son capaces de ordenar sus vidas mientras viven y se alimentan de intentar poner orden en las de los demás]. ¿Cómo podemos hacer que paguen sus errores y sus fracasos profesionales, cuando estos errores y fracasos afectan seriamente a vidas tangibles?, ¿cómo se puede permitir que se tomen decisiones importantes con/contra individuos biológicos en base a supuestos matemáticos y a normas que se vienen cumpliendo sólo de forma porcentual, sin medir el posible valor escondido del que es diferente en su proceso mental?
Entresaco otro párrafo escrito por Piaget: «Por una parte la psicología no tiene nada de normativo, no investiga cómo se debe pensar, sino simplemente de qué manera se piensa. Por otra parte, se ha dado cuenta pronto de que la inteligencia procede según mecanismos mucho más variados que los que recogen los tratados de Lógica...».
Mi postura es que tal materia debiera quedarse en el campo de la experimentación y el estudio hasta que tome el cuerpo justo [si es que llega a tomarlo alguna vez] para poder afirmar con cierto nivel de éxito que está en camino de «verdad» y que, mientras tanto, no abrume al hombre con su parafernalia especulativa para tomar decisiones con efecto real y, muchas veces, equivocado.
Sí, lo sé, se me ha ido la olla, pero al ver ese librito rojo y negro he recuperado todas las razones por las que dejé hace ya un montón de años el estudio de la Psicología y lo cambié por la vida simple y llana. Ojo, y no me iba nada mal, que sacaba buenas notas sin asistir a clase y puedo afirmar que hice algunos trabajos brillantes al respecto por aquellos días.
El resumen, visto desde esta distancia, es que aquellos estudios me sirvieron para denostar una pretendidad ciencia oficial, igual que mis estudios de Biología durante seis años me llevaron a una percepción del mundo y del hombre tan interesante, que hasta el día de hoy puedo afirmar que son base sólida de cualquier desarrollo mental que me proponga.
Sé que no sé nada, pero percibo que he conseguido cierto nivel de criterio personal que guardo como un tesoro y con el que me defiendo mal o bien cada día de cada semana de cada año que pasa. No hay conocimientos acumulados –no me interesan–, hay percepciones críticas de todo lo que me rodea, y eso para mí ya es un punto importante, haber logrado conseguir un lúdico inacabable que va llenando mi tiempo de preguntas a la vez que va esbozando respuestas.
Es poco, pero menos es nada.

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