Jacques Derrida

Leo mis últimos poemas en fase rem [los poemas, claro, no yo] y les aplico, como siempre, esa estragia deconstructiva que aprendí hace unos años de la lectura de Jacques Derrida, buscando las diferencias que existen entre el significado de las palabras que he utilizado y lo que en la realidad representan.
Es un trabajo que me encanta y con el que disfruto mucho, pues descubro en mi proceso expresivo un montón de situaciones metafóricas que yo había anotado en primera instancia como justa realidad.
De la deconstrucción obtengo riqueza de significados y suelo encontrarme con gratísimas sorpresas. En este proceso es donde empiezo a tomar consciencia del valor de mis poemas y, sobre todo, de la dosis de indicio y de potencialidad que contienen. Muchos parecen radicalmente distintos a mi mirada después de haber pasado el cedazo deconstructivo, ello a pesar de que apenas hago cambios sobre la idea inicial.
Es ahí donde aparecen las lecturas estratificadas de un poema que a primera vista trataba un sentimiento con exclusividad, de ahí surgen los caminos paralelos del poema y la posibilidad de hacerse únicos y distintos en cada lector/receptor… era éste un camino que siempre tuve la necesidad de controlar al máximo [es quizás lo único que intento controlar con tozudez de cada poema] y que descubrí en unos textos espesos de Derrida, de los que debo confesar que solo capté la idea que me interesaba [el interés lo creó la idea de deconstrucción, claro, sin que yo fuera a por ella] y dejé aquello por imposible, dándole a la idea Derrida una explicación simplista que me sirviese… y me sirve de maravilla.

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