Federico Fellini

Cuando Federico Fellini escribió el guión «Hammarcord – l’uomo invaso», que llegaría luego al cine con el título de «Amarcord», trabajó con una mezcla de recuerdos reales y de recuerdos falsos, es decir, con la memoria selectiva y con la memoria colectiva. El recuerdo falso es esa memoria inventada que recrea el pasado como laúdano o como recurso al olvido. A mí me encanta elaborar recuerdos que se sostengan y que ayuden a argumentar situaciones presentes y futuras. No se miente cuando se recurre al recuerdo falso, porque cuando toma calidad de recuerdo ya está dotado de existencia en la nebulosa de la mente, que lo procesa y lo asume como vivido. Por eso el recuerdo falso pertenece a la memoria colectiva, porque sin ser experiencia individual sí fue experiencia de grupo, ya que, normalmente, el recuerdo falso se ata siempre a un entorno real para que pueda funcionar como recuerdo. Es imposible armar un recuerdo falso que se concrete, por ejemplo, en haber volado con alas de pájaro; pero sí es factible recordar que abrazaste a una chica que conocías y que nunca estuvo entre tus brazos o que viste una película que realmente no viste, pero te contaron. De ese apartado inventado del universo de la memoria suelen nacer muchos actos creativos magníficos. Otro asunto es la capacidad de ensoñación o la imaginación desbordada, que no tienen nada que ver con el recuerdo falso. Viene todo esto a que en estos días he enredado en mi memoria con afán de escritura y, curiosamente, me han empezado a surgir dudas sobre muchos de mis recuerdos, por lo que he realizado un esfuerzo de memoria para encontrar recuerdos falsos, que son muchos, pero con relaciones tan cercanas a mi realidad, que se mimetizan en ella fácilmente y son asumidos sin mayores problemas como una realidad vivida. Como recurso literario, el recuerdo falso viene muy bien para establecer ambientes y decorados de otro tiempo que se vivió, pues generalmente el recuerdo se inventa para adjetivar el pasado personal y darle brillo, para literaturizar algún suceso destacable de tu vida con datos subjetivos que le sumen calidad y consigan mitificarlo.
Yo siempre he trabajado mucho con la memoria, especialmente con esa memoria selectiva que mitifica, por ejemplo, el sabor de una manzana, la textura de un bollo o el tacto de una piel; y lo hace hasta el punto de que nunca he vuelto a encontrar aquel sabor, aquella textura o aquel tacto, precisamente porque mi memoria lo ha procesado en el apartado de mis mitos. Cualquier ejercicio de escritura que realizo tiene presente el referente de la memoria, sea falsa, real o selectiva. De ahí mi preocupación por ella y el enredo en el que ando metido, muy agradable, por cierto, y bastante divertido.

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