Crece la oscuridad

Crece la oscuridad porque rasgaste la luz
y tus pestañas guardan todo ese deshacerse que contienes.

Yo me empeño en crearte otra vez de lo negro,
haciéndote de élitros y lóbulos,
de tumulto y de olmos…
pero te vuelves hiedra sin que yo lo precise,
y me trepas la seda como en una espiral incontenible.

Basta el jade de un gesto para que tu meiosis inicie sus capítulos,
basta una idea confusa para que te desates como un cíngulo,
basta un pensarte a tientas para que te hagas vida
y domines mis frondas con tempestad y plumas.

¿Por qué esta incandescencia,
este mueble de espejo que te recoge eterna?,
¿por qué tu azar de aurora
y ese sabor a claustro que me inflama?,
¿por qué este escozor suave que me arruga y te tersa,
que no sabe ceder?

Me orbitas siempre…
tanto…
que edifico una cruz de fragarias para darte martirio.

Comentarios

  1. (a tu sensibilidad)

    No se cansa el poeta
    de trepar los tendones del ansia
    de urgar en los abismos de la lentitud
    de renegar del tiempo y del espacio.

    No se cansa en sus gestos de amante,
    disimulados bajo las gafas de sol,
    y ensaya con descaro ante el espejo
    de nuestras pupilas asombradas

    No se cansan, entonces, sus ojos
    de tanto escote y tan poco misterio
    ni de la altura, ni el cuello,
    ni del lóbulo de las orejas,
    ni de los rizos sobre la frente,
    ni del pensamiento o viceversa.

    No se cansa el poeta de acusar
    la desobediencia de la musa
    en este aletargado otoño de carne
    que ofrece una muerte profiláctica,
    esa tranquila muerte después del sexo que sucede.


    No se cansa,
    dispara con tan buena puntería los versos
    que siempre hiere.
    No le cuesta en absoluto,
    darnos caza.

    Es poeta,
    ya sabemos.

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  2. Madre mía, aquí el que no corre... vuela!
    (y yo pq no seré capaz de cerrar el pico?!)

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