El recuerdo inventado

Todos hemos desarrollado en nuestra memoria un apartado para el recuerdo inventado que generalmente tiene una frontera tan nebulosa con el recuerdo real, que tiende a mezclar y a confundir ambos tipos de recuerdos. El recuerdo inventado pertenece absolutamente al plano de la creacción y tiene mucho que ver con nuestro devenir vital. Evocamos acciones pasadas que no existieron pero que perfectamente pudieron existir, un beso furtivo, una travesura, unas palabras dichas en voz alta... y ese recuerdo siempre abunda en nuestro diseño del pasado, es decir, que modulamos el pasado a nuestro gusto para convertirnos, digamos que con un engaño menor, en el tipo que siempre quisimos ser. Esta forma de recuerdo termina penetrando de tal manera en nuestro proceso mental, que terminamos creyendo sin duda en que tuvo una acción real y propia. A mí me resulta fascinante trabajar en este campo e ir descubriendo poco a poco mis recuerdos inventados –con mucha dificultad, por supuesto–. El recuerdo usurpado es apropiarse de acciones que le sucedieron a otro y de las que sólo fuiste espectador, tomarlas como propias y sumarlas a la memoria personal con el mismo fin que el recuerdo inventado.
De estos dos tipos de recuerdos nace un pasado colectivo que procesamos hasta el punto de individualizarlo y personalizarlo en nuestro yo con el fin de argumentar el decorado justo en el que nos hubiera gustado existir.

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