La ciudad dividida

No sé qué hacer ahora,
cuando la edad es ya sólo una carga,
cuando aprendí a claudicar
o acaso sólo sé claudicar.

Hay días en los que el puño
intenta apretarse de nuevo,
pero no tiene mérito,
pues es como estirarse
y bostezar.
El resto son achaques,
paso de gente vacua,
miradas al horror
que he hecho por no herirme,
por pasar ocultándome en mis cosas.

Pero la ciudad arde,
se encona y se divide,
reacciona por absurdos
y no promete nada que no haya sucedido
ayer o hace cien años.

Y yo, beligerante con mis dudas,
brutal conmigo mismo,
aún temo darme al otro
como un final
o un héroe...

¿Si ya no hay esperanza
en lo que de individuo
se aprecia en mis arrugas,
a qué espero?

Hay mucho por hacer:
ser bonzo en una plaza,
colgarse de una tarde
o armar un sacrilegio
con la imagen de Cristo
a solas,
solo yo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Poesía... ¿originalidad o personalidad?

Un poema ciático.