Una mujer triste

La tristeza era dueña de unos ojos azules., pero no eran los míos. Destilaban un deseo azul, un deseo incomprendido por todo mortal, y llovían hombres desde las negras nubes, hombres con chaquetas blazier de botones dorados, con pantalones de color gris marengo y vuelta en los bajos, hombres con corbatas que volaban hacia arriba dándoles cierto porte de ahorcados. Sus camisas eran blancas, blanquísimas, y sus cabellos lucían bien peinados. Todos los hombres que llovían eran iguales, uno exacto a otro, y caían igual, con las rodillas semiflexionadas, con los brazos extendidos; y aquellos ojos tristemente azules miraban cómo los hombres caían siempre en la misma posición, apoyando sus zapatos negros limpísimos sobre el suelo mojado de hombres.
Jamás llovieron tantos hombres ante los ojos azules de una mujer triste.

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