Expreso a ninguna parte
Partiré muy despacio mirando mi billete
y quizás alguien suelte una lágrima,
porque ya no es tiempo de pañuelos blancos.
Callado, porque no sabré qué decir,
tomaré mi camino sin saber
si dejé felicidad, odio o tristeza.
No habrá maletas ni legajos,
no llevaré mi abrigo
– porque no es necesario–
ni volveré la vista a los andenes.
Quizás, como un último guiño,
tenga un recuerdo para los castaños verdecidos,
para el oro otoñal que emborrachó mis ojos,
para el laurel de otros y el mirto en mis manos...
Y cuando el humo denso de la máquina
resuma con hollín el horizonte,
recordaré a mis padres,
a mi esposa,
a mis hijos.
y quizás alguien suelte una lágrima,
porque ya no es tiempo de pañuelos blancos.
Callado, porque no sabré qué decir,
tomaré mi camino sin saber
si dejé felicidad, odio o tristeza.
No habrá maletas ni legajos,
no llevaré mi abrigo
– porque no es necesario–
ni volveré la vista a los andenes.
Quizás, como un último guiño,
tenga un recuerdo para los castaños verdecidos,
para el oro otoñal que emborrachó mis ojos,
para el laurel de otros y el mirto en mis manos...
Y cuando el humo denso de la máquina
resuma con hollín el horizonte,
recordaré a mis padres,
a mi esposa,
a mis hijos.
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