Un frutero con naranjas

Aquella mujer terminó convirtiéndose en un mueble, exactamente en una mesa de cocina bastante rústica. Su madera era de haya y en las patas tenía unos torneados un tanto burdos. Sufría si se cortaba cecina sobre ella o si se derramaba algún vaso de vino o agua. No soportaba los manteles de cuadros rojos y blancos, pues la estética italiana le producía un raro prurito y, además, esos colores le sentaban mal a la cara.
Lo que más le gustaba era lucir un frutero con naranjas.

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