Lo azaroso de un hombre común

Mientras la vida crece en cada cosa
noto el acecho de mi pensamiento.

Siempre creí que sólo yo pensaba
y era mi posesión el mundo entero,
que todo lo sensible emanaba de mí
y que el respeto a mi justa libertad
era axioma y verdad incontestable.

Pero ayer descubrí que hay un verbo en la roca,
que el metal poetiza su brillo
y lo permuta,
que hay un Dios de las cosas
más superior, más grande,
que el dios por que me tengo.

Ayer, sin causa cierta,
descubrí con rubor
que existe «el otro»,
y un terror interior me está mordiendo.

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