Una mujer se peina y llueve
El pelo es negro,
negro,
y cae como en un vómito
cuando se dobla el cuerpo en la cintura.
Los brazos parpadean con el peine,
ordenan paralelos imposibles
en un mapa cambiante y sin costumbre.
Una mujer desnuda,
peinándose en un cuarto con ventana
franca a patio de luces gris y oscuro.
Llueve afuera.
Sus axilas son vírgenes,
sus codos de ginebra son vírgenes aún.
Los dedos también peinan como peines,
acarician.
Dibujos de carey se deshacen
como la lluvia afuera
y la mujer se tensa en un arco perfecto
de músculos bellísimos,
con los brazos abiertos y los codos doblados
hasta el éxtasis.
Las axilas son vírgenes, salvajes;
el vientre es perfección,
el sexo es vértice...
la cabeza en torsión se hace infinita
con los ojos cerrados
y la boca entreabierta.
Una mujer peinándose
en un pequeño cuarto con ventana.
Es un día de lluvia en los cristales.
negro,
y cae como en un vómito
cuando se dobla el cuerpo en la cintura.
Los brazos parpadean con el peine,
ordenan paralelos imposibles
en un mapa cambiante y sin costumbre.
Una mujer desnuda,
peinándose en un cuarto con ventana
franca a patio de luces gris y oscuro.
Llueve afuera.
Sus axilas son vírgenes,
sus codos de ginebra son vírgenes aún.
Los dedos también peinan como peines,
acarician.
Dibujos de carey se deshacen
como la lluvia afuera
y la mujer se tensa en un arco perfecto
de músculos bellísimos,
con los brazos abiertos y los codos doblados
hasta el éxtasis.
Las axilas son vírgenes, salvajes;
el vientre es perfección,
el sexo es vértice...
la cabeza en torsión se hace infinita
con los ojos cerrados
y la boca entreabierta.
Una mujer peinándose
en un pequeño cuarto con ventana.
Es un día de lluvia en los cristales.
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