El sueño frágil del perseguido
He visto a los verdugos acercarse
como si fueran mis abuelos;
con sonrisas y gestos me decían:
«¡Ven, no nos temas, que somos
el marfil de tu futuro!».
Por un instante estuve
a punto de correr hasta sus brazos...
pero un brutal latido
sobre mi sien alerta
me despertó, y ahora
corro hacia el descampado
como si ese minuto
que se agazapa al fondo
fuera el del alarido.
Siento el miedo en la lengua
y sé, sin duda alguna,
que sólo yo soy justo
esa tabla que arde
donde asirme otro día.
La soledad a veces
es agua en un cedazo.
También temblor
y sauces.
como si fueran mis abuelos;
con sonrisas y gestos me decían:
«¡Ven, no nos temas, que somos
el marfil de tu futuro!».
Por un instante estuve
a punto de correr hasta sus brazos...
pero un brutal latido
sobre mi sien alerta
me despertó, y ahora
corro hacia el descampado
como si ese minuto
que se agazapa al fondo
fuera el del alarido.
Siento el miedo en la lengua
y sé, sin duda alguna,
que sólo yo soy justo
esa tabla que arde
donde asirme otro día.
La soledad a veces
es agua en un cedazo.
También temblor
y sauces.
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