El prefecto de la gendarmería

Sé que estoy vivo
y soy el labio carnoso de la muerte.
No espero sino lo que mi mano alcance
y aguardo con paciencia
cada hálito del aire que me queda.
Si viene el mar, no nado,
tan sólo floto al pairo
y no me quejo
si acosto en tierra yerma.
De cada paso dado
guardo una huella
por si me hiciera falta
descansar en su gesto.
No me va mal,
pues pienso que ha de irme peor
y no me importa.

Hoy respiro.
Mañana acaso ría.

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