Los sospechosos habituales

No fuiste tú,
fue el árbol que se resistió al viento,
la copa que contuvo el vinagre
porque el tiempo pasó
y todo se oxida,
la mirada cruzada
sin saber que se mira,
la paloma que retorció su vuelo
ante el maíz cocido,

No, no fuiste tú.
Fue el gusano
buscándose
el principio de la seda,
fue el agua desllovida
en la sombra de un fresno,
el calor de una axila,
el hombro de las cosas.

Ante lo cosumado
es preciso un sacrificio
de sangre ajena.

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