El bar cerrado

Podría amarte ahora,
mientras se posa el humo en los salones,
amarte sobre las mesas limpias,
reposo de las manos.

Podría amarte ahora,
recostada en el eco de la gente,
tendida para mí en el centro
de todas las miradas
que quedaron pendientes...
Pero no estás
y el bar se me hace grande,
como un minuto ardido
o un grito sin abismo.

Rodearé la barra
con lentitud,
sin ganas.
Abriré una botella
de ron rancio y caliente,
encenderé un cigarro
y serás la pavesa
que sacie el cenicero.

Un hombre solo, a veces,
no es más que una promesa
o un deseo frustrado.

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