ME DAIS MIEDO, MUJERES…

Me dais miedo, mujeres, ya mayores,
que tan solo supisteis en la vida
ser jóvenes y bellas, divertida
pasión de los varones predadores.

Vuestro mejor valor fue ser crueles
con tipos como yo, siempre apocados
por la mala fortuna que los hados
nos dejaron por multa y aranceles.

Me dais un miedo atroz, porque al gastaros,
llegada a su final la impar belleza,
os queda solo aquella crueldad

como una mueca horrenda, y el amaros
–lo digo sin reparo y con tristeza–
resulta un ejercicio de ansiedad.

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