Poesía

Una cosa es el talento [mucho o poco] y otra es la utilización que se haga de él.
El éxito está siempre en la mano de la segunda opción y difícilmente se sostiene en la primera.
Por ende, ha de tenerse consciencia de que al éxito siempre le acompaña cierta turbiedad.
Utilidad y turbiedad, dos conceptos inseparables del éxito que llevan a un buen escritor a sobreestimar su talento y a sobrevalorar su habilidad para vestir las máscaras.
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Sólo se puede alcanzar la coherencia en la escritura cuando se ha completado la vida. Ya muerto quien escribió, su obra toma empaste y cobra sentido, nunca antes… Nunca antes.
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Un escritor racial nunca puede ser un educado caballero, pues su talento le dicta que los buenos modales solo sirven para obtener buenas respuestas [farsa en ambas direcciones]. La calidad de díscolo va irremediablemente asociada a la de magnífico escritor.
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La poesía pertenece siempre a la sociedad en la que crece el poeta, jamás al jodido poeta [siempre seremos testimonio de otros].
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La poesía no debe escribirse nunca para agradar, y si se hace con esa intención [ya vamos mal], debe contener otra oculta lectura que ensordezca.
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Un poema sí puede escribirse en defensa propia.
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Ser amable en la escritura no debe confundirse con doblegarse al otro.
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Para un poeta es indispensable tener cierto poso científico y una importante sensación de fracaso.
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Un poema debe ser incompleto para ser poema.
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Nunca te fíes del placer en la escritura, pues te dispone al autoengaño.
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Desvístete despacio frente a un espejo hasta que refleje tu desnudo. Luego, mírate a los ojos… Ahí está el poema.

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