Lo que dejo de escribir

Últimamente me preocupo mucho por las cosas que dejo de escribir, ese espacio en blanco que no sabe recibir la mancha de la tipografía en el que flota y se sumerge lo más importante, en el que están las sensaciones olvidadas que en un momento fueron luz o sombra y en el que dejo al pairo lo realmente importante de mi relación con las personas y las cosas.
Me resulta insufrible no tener el tiempo suficiente para escribirlo todo, absolutamente todo, como aquel cartógrafo borgiano [¿borgeano?] que realizó un mapa de su país a tamaño natural para no dejarse escapar ningún detalle. Yo quisiera eso, escribir cada sensación, cada flash, cada sentimiento con la justa dimensión con la que se produce, pero sólo atino a relatar el resultado de una milésima de segundo de cada uno de mis días.
¿Dónde va lo que no escribo? Va al apartado de la vida, eso lo tengo claro, pero, ¿qué es la vida si se deja olvidada en el paso anterior? Sí, queda el poso para el correlato de las horas, el poso que acierta algunas veces a convertirse en palabra imperfecta.
No sé dónde reposa lo que dejo de escribir… y me entristece.

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