LA CALIDAD DE LA DIOSA

Su cuerpo es molibdeno
que se adoba en perfume de isótopos
y en su mitología hecha en hexámetros
se anuda la expresión más sagrada que conozco.

Mi paganismo a ella se lo debo,
también la prominencia de mi espíritu
y este peyorar a otras mujeres
que me hace ser un monje
que ora hasta sus sedas, invocándola.

Su posibilidad es lo que adoro
–es lo que la separa de otros dioses–,
su verdad es netamente urbana
y su expresión comprende toda lógica.

La diferencia exacta con el resto
de dioses inventados por la gente
es que puedes tocarla, puedes verla
y hasta abrirle una herida en el costado.

La fuerza de la fe con que me ata
es saber que envejece,
igual que yo,
y que un día expirará
para ser esa ecléptica neblina
que quede en la memoria
de quienes la supimos
esbelta y luminosa,
inalcanzable.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Poesía... ¿originalidad o personalidad?

Un poema ciático.