ELEGÍA

Yo pido una pasión cada mañana,
una pasión pequeña
e imposible
que me permita arder
por si este día
fuera el de mi final;
y así no irme de aquí
con esa sensación
de lo ya hecho
que agota y desespera,
irme sin completar
para que algo
quede escaso de mí,
por si algún otro
quisiera continuarme
al retomarlo.

El joven cuerpo
espera en su túmulo cierto
que agotemos la brasa
que apenas encendía.
Es un deber llevarla
con orgullo y con fuerza
hasta donde los años
la pueblen de recuerdos.

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