Arthur Cravan boxea con Jack Jhonson

El hombre se pierde en el hombre.
Otro golpe.
Los burdeles se cierran al amanecer
como los ojos de las bellas prostitutas que los habitan.
Otro, otro golpe.
Los amantes se besan en el lecho de un hombre que trabaja en el puerto;
la pasión del adulterio desatado.
Otro golpe.
Si yo fuera mujer, me podría lo físico: lesbiana.
Otro golpe, otro golpe, otro.
Y el hombre engolfándose en pura matemática,
engañándose en números y teoremas absurdos,
buscando en el análisis empírico la fórmula de un tiempo que se pierede.
Otro, otro, otro golpe
–este cabrón es bueno, y su esgrima magnífica–.
Ya no veo nada,
estoy ciego,
nublado,
grogui.

Las cerraduras de las propiedades
de cada uno de nosotros como ojos de vacío,
como restos de la vida, como tumbas pequeñas, huecas.
El autobús, el coche,
las niñas con mochila en las tardes de semáforos ámbar,
en agosto el mar, el sueño en lunes,
el alquiler sin dinero y sin contrato,
las rosas en el jardín buscando la sangre de unos dedos vírgenes...
¡Oh!, Ginsberg, el olor de las criadas,
el mercado, la orgía de la calle y sus misterios,
el yonki, la hermosa boticaria
que me vende entre risas barbitúricos,
sus pechos, sus caderas, su sexo como una vela encendida,
como los chorretones de cera de una vela encendida;
el rito del hombre solo en la calle,
la cama y la persiana.
¡Oh!, Ginsberg, la persiana como cárcel horizontal.
Subirse a todos los trenes con un destino incierto,
quién sabe si Bogotá o El Cairo,
y follar en los túneles con las desconocidas
sin saber más de ellas que el ardor...

... Y un barco con el que hundirte
en la bahía de México
mientras el mar se pierde en el mar.

•••

Arthur Cravan desapareció una noche en la bahía de México en 1919.

© luis felipe comendado
r

Comentarios

  1. Me gustan muchísimo estos paraísos del suicida(y no es que los otros no me gusten)

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