Sara Teasdale intuye su parálisis

En cada palabra hay una herida
por cerrar
y otra abierta.

Una herida tumefacta
como los ojos crepusculares
de una mujer violada,
como el sexo manando esos períodos
de los hijos frustrados
–fantasmas de cloacas
que sirven de alimento
a los seres necrófagos de todos los subsuelos–;
una herida profunda que vive en los afiches
de las calles vacías
donde un clochard ha muerto...

Mirad la ventanita de aquella casa oscura;
la poseen las sombras de dos cuerpos amándose,
de dos químicas pares haciendo la mixtura
de todos los humores,
cocinándose,
ardiendo
sin percibir siquiera que la exacta genética
dispone sus cadenas con precisión preclara.

Mirad aquellas sombras,
no necesitan método, pues manda el replicante
sobre sus movimientos.

Sobran las torías de todos los científicos,
huelgan las religiones...

Dos seres sin palabras,
como sombras,
sin cultura quizás –pues da lo mismo–,
desentrañan en éxtasis la fórmula imposible de la vida.

Mis piernas no responden,
y no he amado aún...
tan solo fui palabras en un mundo de gestos.

¿Por qué he sido la herida sin saber del latido?

•••

Sara Teasdale tomó una sobredosis de barbitúricos y murió en New York el día 29 de enero de 1932.

© luis felipe comendador

Comentarios

  1. Sobras las teorías y sobran las palabras, cuando el poema se sostiene tan alto, no queda nada que añadir.

    Un abrazo
    Marian

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