Poesía... ¿originalidad o personalidad?
Muchas veces me he preguntado sobre los motivos del poeta, pero jamás he llegado hasta un solucionario concreto que me dejase el paisaje despejado para ver clarito.
Dos puntos de partida, para intentar hincarle el diente a este asunto, son fundamentales:
1. Trabajar desde la idea de quien poetiza para sí mismo y lo hace sin pensar en el lector, jugando a la introspección serena y sincera, a interpretar el mundo y a interpretarse.
2. Enhebrar las poéticas que tienen siempre al otro como referente receptivo, poetizando con maquillaje para ‘obtener’, para ‘recibir’, para ‘ubicarse’... siempre con un diverso contenido narcisista.
Y, desde estos dictados puntos de partida, analizar dos conceptos que les son inherentes, que pueden emanar por sí solos, de forma independiente o mezclados... o ser buscados con diversas dosis de éxito o fracaso. Esos dos conceptos son la ‘originalidad’ y la ‘personalidad’.
Desde el punto de vista del creador que trabaja para sí mismo, desde sí mismo y hacia sí mismo... tanto la originalidad como la personalidad son aspectos no buscados que aparecen sin más [o no aparecen] y siempre lo hacen con veracidad, pues jamás son fin en sí mismos, ya que no son camino de ‘triunfo’ [algo que siempre precisa de un ‘otro’ que reciba la sonrisa del logro y la devuelva... pues el triunfador siempre lo es por comparación y no por consecuciones]. Así, podremos entender que, si de un proceso poético introspectivo y solitario emanan rasgos originales, la originalidad es verdadera... y si existe la lucha solitaria por el poema y un medio amniótico aislado en el que el poeta es capaz de ver y verse para expresarse, aparecerá sin buscar demasiado una personalidad propia que no resulte ‘añadida’, sino que emana del propio proceso de pensamiento en soledad. No me cabe duda, en el caso propuesto, de que lo realmente importante, lo poéticamente importante, es la ‘personalidad’, ya que la originalidad siempre iría lanzada hacia el otro como signo diferenciador externo, mientras que la personalidad puede perfectamente sobrevivir sin comparación alguna [sería ésta la figura del poeta en el mundo].
Desde el otro punto de vista, el que mantiene durante el proceso creativo la mirada puesta en el otro, la propuesta original toma un partido de mucho más peso, ya que es el elemento diferenciador que actúa sobre las demás propuestas que entran en competición, convirtiéndose en un elemento capaz de conseguir que el poeta obtenga reconocimiento, reciba parabienes y sea ubicado como parte de la máquina ‘Literatura’ por afecto o contraposición a las corrientes o tendendencias predominantes [es la figura del poeta en el mundo de los poetas], resultando que la ‘personalidad poética’ no cuenta con un peso suficiente como para determinar el ‘valor poético’ del creador, siendo la originalidad la que define y, por tanto, la opción buscada.
Y si yo me planteo a qué carta quedarme, que lo hice demasiadas veces, sopeso mi estado, mis necesidades mentales o narcisas, mis ganas de estar en el mundo o de apartarme de él... y siempre, sea desde un planteamiento u otro, me quedo con la ‘personalidad poética’, con el ser yo en lo poético con independencia de lo que suceda o de lo que acarree. Quiero ser poeta porque lo preciso desde lo más profundo de mi ser, porque lo demandan mis hormonas y las descargas eléctricas de mis dendritas... no ser ‘poeta para...’.
En fin, que hoy me he metido en un tema complejo en el que reconozco que puedo entrar en disparidad, contradicción e interrogaciones duras de mí y hacia mí, pero me parece interesante que de vez en cuando me llegue a buscar en el aprecio hacia mí mismo indagando en la cuerda floja de la ética personal, necesitando establecer mi esencia a base de enredar con causas y efectos... sobre todo para ganar elasticidad y salirme un poquito de ese tomismo literario, pero estando en él, y pensarme desde el punto de vista del hombre entre los hombres con cierto comportamiento moral [véase el término moral en este caso como la necesidad de satisfacción psicológica personal... algo muy en línea con la idea existencialista de que ‘la posesión del hombre es su destino’].
Desde estos mimbres, y con poco esfuerzo, se puede llegar plácidamente a concretar el natural desvanecimiento de la esperanza, tan orteguiano, la sartriana pasión inútil que lleva a la náusea, la angustia de Heidegger o el sentimiento trágico de la vida que tan bien dejó explicado el pesadito de Unamuno... para explicarme mejor, que soy un enreda, quiero decir con todo esto que hay que buscar una ‘ética’, creer en ella y crecer en ella para sentirse un poquito salvado del mundo de los hombres... pues en esa ética reside la esperanza capaz de convertir la desesperación en una existencia más o menos digna y algo llevadera.
Así, creo que el poeta debe buscar enriquecerse intelectualmente con la voluntad de que ese enriquecimiento personal resulte, por un raro azar, también un enriquecimiento colectivo... anudar una ética bien tallada a una estética, que no es más que establecer un ‘orden’ en el planteamiento de las ideas emanadas de la ética personal, unas ‘repeticiones’, un ‘aparato’, en fin, que las haga accesibles como ‘emoción’.
Me gusta mucho, traído a este asunto, el ejemplo del rostro con rasgos no muy agraciados que es capaz de atraer irresistiblemente por cierta belleza espiritual compediada en miradas, gestos, sonrisas... ética y estética en perfecto aglomerado.
Todo esto, en fin, para conseguir que nuestro pensamiento tenga ‘valor’ tangible para el propio progreso [esto como condición irrenunciable] y que pueda servir para el progreso ajeno [esto como añadido sobre el que no debemos hacer ni un solo esfuerzo de control].
¿Originalidad?... ¿para qué?
Personalidad siempre.
•••
• Es obligación del poeta no asentir a la realidad, sino descubrirla y empastarla con la lengua.
• El poeta debe ser divergente... nunca doctrinario.
• El idioma debe ser un instrumento con el que inventar para conseguir llegar a la realidad.
• La marginalidad no debe entenderse como un valor en sí misma... conozco a montones de marginales absolutamente imbéciles.
• La poesía debe celebrar el mundo a la vez que lo crea, pero no debe estar al servicio de nada ni de nadie.
• Cuando el poeta dice... está haciendo. Cuando el poeta intenta hacer... ya no es poeta.
• Lo bueno de ir perdiendo las convicciones es que también pierdes la jodida ambición [aplíquese sin más a la poesía].
• Los mejores poetas ‘conocidos’ tienen grandes dosis de impostura... y algunos crímenes literarios que ocultar.
• El triunfo generalmente lleva añadida una alta dosis de domesticación.
• Vivimos en el tiempo de la angustia literaria... y todo porque vemos el mundo absolutamente disparatado.
• Debes escribir para ti, pero siempre en compromiso con el mundo.
• El futuro literario está entre el melodrama y el racionalismo más calculado... otra vez fracaso.
• La esperanza reside en que las nuevas utopías de los jóvenes terminen convirtiéndose en ideología... la pregunta del millón consiste en saber si los jóvenes actuales tienen utopías.
• La originalidad puede llegar por anticipación o por repetición de algo ya olvidado... es más común el segundo caso... y menos veraz.
• Un buen punto de partida en creación es pensar en que, hagas lo que hagas, lo harás mal.
• La poesía debe ser una sensibilidad reactiva.
• Preocúpate después del cómo se dice... pero preocúpate.
Dos puntos de partida, para intentar hincarle el diente a este asunto, son fundamentales:
1. Trabajar desde la idea de quien poetiza para sí mismo y lo hace sin pensar en el lector, jugando a la introspección serena y sincera, a interpretar el mundo y a interpretarse.
2. Enhebrar las poéticas que tienen siempre al otro como referente receptivo, poetizando con maquillaje para ‘obtener’, para ‘recibir’, para ‘ubicarse’... siempre con un diverso contenido narcisista.
Y, desde estos dictados puntos de partida, analizar dos conceptos que les son inherentes, que pueden emanar por sí solos, de forma independiente o mezclados... o ser buscados con diversas dosis de éxito o fracaso. Esos dos conceptos son la ‘originalidad’ y la ‘personalidad’.
Desde el punto de vista del creador que trabaja para sí mismo, desde sí mismo y hacia sí mismo... tanto la originalidad como la personalidad son aspectos no buscados que aparecen sin más [o no aparecen] y siempre lo hacen con veracidad, pues jamás son fin en sí mismos, ya que no son camino de ‘triunfo’ [algo que siempre precisa de un ‘otro’ que reciba la sonrisa del logro y la devuelva... pues el triunfador siempre lo es por comparación y no por consecuciones]. Así, podremos entender que, si de un proceso poético introspectivo y solitario emanan rasgos originales, la originalidad es verdadera... y si existe la lucha solitaria por el poema y un medio amniótico aislado en el que el poeta es capaz de ver y verse para expresarse, aparecerá sin buscar demasiado una personalidad propia que no resulte ‘añadida’, sino que emana del propio proceso de pensamiento en soledad. No me cabe duda, en el caso propuesto, de que lo realmente importante, lo poéticamente importante, es la ‘personalidad’, ya que la originalidad siempre iría lanzada hacia el otro como signo diferenciador externo, mientras que la personalidad puede perfectamente sobrevivir sin comparación alguna [sería ésta la figura del poeta en el mundo].
Desde el otro punto de vista, el que mantiene durante el proceso creativo la mirada puesta en el otro, la propuesta original toma un partido de mucho más peso, ya que es el elemento diferenciador que actúa sobre las demás propuestas que entran en competición, convirtiéndose en un elemento capaz de conseguir que el poeta obtenga reconocimiento, reciba parabienes y sea ubicado como parte de la máquina ‘Literatura’ por afecto o contraposición a las corrientes o tendendencias predominantes [es la figura del poeta en el mundo de los poetas], resultando que la ‘personalidad poética’ no cuenta con un peso suficiente como para determinar el ‘valor poético’ del creador, siendo la originalidad la que define y, por tanto, la opción buscada.
Y si yo me planteo a qué carta quedarme, que lo hice demasiadas veces, sopeso mi estado, mis necesidades mentales o narcisas, mis ganas de estar en el mundo o de apartarme de él... y siempre, sea desde un planteamiento u otro, me quedo con la ‘personalidad poética’, con el ser yo en lo poético con independencia de lo que suceda o de lo que acarree. Quiero ser poeta porque lo preciso desde lo más profundo de mi ser, porque lo demandan mis hormonas y las descargas eléctricas de mis dendritas... no ser ‘poeta para...’.
En fin, que hoy me he metido en un tema complejo en el que reconozco que puedo entrar en disparidad, contradicción e interrogaciones duras de mí y hacia mí, pero me parece interesante que de vez en cuando me llegue a buscar en el aprecio hacia mí mismo indagando en la cuerda floja de la ética personal, necesitando establecer mi esencia a base de enredar con causas y efectos... sobre todo para ganar elasticidad y salirme un poquito de ese tomismo literario, pero estando en él, y pensarme desde el punto de vista del hombre entre los hombres con cierto comportamiento moral [véase el término moral en este caso como la necesidad de satisfacción psicológica personal... algo muy en línea con la idea existencialista de que ‘la posesión del hombre es su destino’].
Desde estos mimbres, y con poco esfuerzo, se puede llegar plácidamente a concretar el natural desvanecimiento de la esperanza, tan orteguiano, la sartriana pasión inútil que lleva a la náusea, la angustia de Heidegger o el sentimiento trágico de la vida que tan bien dejó explicado el pesadito de Unamuno... para explicarme mejor, que soy un enreda, quiero decir con todo esto que hay que buscar una ‘ética’, creer en ella y crecer en ella para sentirse un poquito salvado del mundo de los hombres... pues en esa ética reside la esperanza capaz de convertir la desesperación en una existencia más o menos digna y algo llevadera.
Así, creo que el poeta debe buscar enriquecerse intelectualmente con la voluntad de que ese enriquecimiento personal resulte, por un raro azar, también un enriquecimiento colectivo... anudar una ética bien tallada a una estética, que no es más que establecer un ‘orden’ en el planteamiento de las ideas emanadas de la ética personal, unas ‘repeticiones’, un ‘aparato’, en fin, que las haga accesibles como ‘emoción’.
Me gusta mucho, traído a este asunto, el ejemplo del rostro con rasgos no muy agraciados que es capaz de atraer irresistiblemente por cierta belleza espiritual compediada en miradas, gestos, sonrisas... ética y estética en perfecto aglomerado.
Todo esto, en fin, para conseguir que nuestro pensamiento tenga ‘valor’ tangible para el propio progreso [esto como condición irrenunciable] y que pueda servir para el progreso ajeno [esto como añadido sobre el que no debemos hacer ni un solo esfuerzo de control].
¿Originalidad?... ¿para qué?
Personalidad siempre.
•••
• Es obligación del poeta no asentir a la realidad, sino descubrirla y empastarla con la lengua.
• El poeta debe ser divergente... nunca doctrinario.
• El idioma debe ser un instrumento con el que inventar para conseguir llegar a la realidad.
• La marginalidad no debe entenderse como un valor en sí misma... conozco a montones de marginales absolutamente imbéciles.
• La poesía debe celebrar el mundo a la vez que lo crea, pero no debe estar al servicio de nada ni de nadie.
• Cuando el poeta dice... está haciendo. Cuando el poeta intenta hacer... ya no es poeta.
• Lo bueno de ir perdiendo las convicciones es que también pierdes la jodida ambición [aplíquese sin más a la poesía].
• Los mejores poetas ‘conocidos’ tienen grandes dosis de impostura... y algunos crímenes literarios que ocultar.
• El triunfo generalmente lleva añadida una alta dosis de domesticación.
• Vivimos en el tiempo de la angustia literaria... y todo porque vemos el mundo absolutamente disparatado.
• Debes escribir para ti, pero siempre en compromiso con el mundo.
• El futuro literario está entre el melodrama y el racionalismo más calculado... otra vez fracaso.
• La esperanza reside en que las nuevas utopías de los jóvenes terminen convirtiéndose en ideología... la pregunta del millón consiste en saber si los jóvenes actuales tienen utopías.
• La originalidad puede llegar por anticipación o por repetición de algo ya olvidado... es más común el segundo caso... y menos veraz.
• Un buen punto de partida en creación es pensar en que, hagas lo que hagas, lo harás mal.
• La poesía debe ser una sensibilidad reactiva.
• Preocúpate después del cómo se dice... pero preocúpate.
Ejerzo mi derecho de réplica en mi entrada de hoy: "Reivindicando la prosa..."
ResponderEliminarBBT.