Jamás creí que fuera tanto.

Jamás creí que fuera tanto…
y sin embargo temo
que me pidan el mar
o que no sepa desprenderme de estar vivo.

Jamás creí que de esta nada
con esqueleto y piel,
con corvas y rodillas remendadas,
naciera el deletreo
de la palabra “manos”
para hacer los abismos habitables.

Jamás pude imaginar sentirme dado
como ahora me siento,
y agarro con mis manos
el verbo “merecer”
y aprendo la costumbre de ser sombra
sin un cuerpo presente
que proyecte el ayer o una sonrisa.

La distancia es un claro necesario
en el bosque de mí
cuando el viento no amaina…
la distancia es la sed
que hace preciso el rapto.

Jamás creí que fuera tanto…

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