Me turban tus palabras
Me turban tus palabras como me turbas tú…
y quisiera alcanzarte en el bostezo
con los alfileres de la lengua cuando te ves rendida
y verte vacilar con ese estrépito callado de los árboles
en los días de viento.
Triunfar en ti sin que sea superfluo el laurel de tenerte
y que en el sotobosque de tus piernas crezca un murmullo a fiebre
y una bruma de sangre bombeada.
Oigo las voces ágiles de los que no te piensan
y sonrío por su absurda inconsciencia
de acequia dirigida a no se sabe dónde.
Su murmullo me anima a ser regato o río
desde el silencio inmóvil de verte junco o pájaro.
Me turba que no existas sino en este rocío de pensarte,
que seas en la siesta en la que me fermento,
que estés donde no hay nada,
que te esponjes entre la hoguera de mis canas cuando duermo despierto.
Te hice ya hace años con olor a cocina
en esta frente mía donde el verdín florece,
te hice a gajos,
nublada,
como el perfil del monte que enmarca mis otoños;
te hice llena de signos en tu criptografía
y te puse en los ojos todo lo no mirado.
Me turba que aún seas el descampado donde poder sembrar,
que no estés hecha
y refuljas en mí
mientras perfumo de tabaco la estancia
para verte en el humo crecer desde mi boca
y huir hasta mis cosas.
y quisiera alcanzarte en el bostezo
con los alfileres de la lengua cuando te ves rendida
y verte vacilar con ese estrépito callado de los árboles
en los días de viento.
Triunfar en ti sin que sea superfluo el laurel de tenerte
y que en el sotobosque de tus piernas crezca un murmullo a fiebre
y una bruma de sangre bombeada.
Oigo las voces ágiles de los que no te piensan
y sonrío por su absurda inconsciencia
de acequia dirigida a no se sabe dónde.
Su murmullo me anima a ser regato o río
desde el silencio inmóvil de verte junco o pájaro.
Me turba que no existas sino en este rocío de pensarte,
que seas en la siesta en la que me fermento,
que estés donde no hay nada,
que te esponjes entre la hoguera de mis canas cuando duermo despierto.
Te hice ya hace años con olor a cocina
en esta frente mía donde el verdín florece,
te hice a gajos,
nublada,
como el perfil del monte que enmarca mis otoños;
te hice llena de signos en tu criptografía
y te puse en los ojos todo lo no mirado.
Me turba que aún seas el descampado donde poder sembrar,
que no estés hecha
y refuljas en mí
mientras perfumo de tabaco la estancia
para verte en el humo crecer desde mi boca
y huir hasta mis cosas.
Sé, querido Luis Felipe, que no lo haces por eso, pero esto que has decidido hacer desde hace unos días es algo que puede ser estudiado por los analistas de la literatura actual como un proceso enriquecedor en la creación de un texto. En concreto esta entrada y su hermana de Diario de un savonarola, la llevaré a mis clases.
ResponderEliminarHas dado un giro y salto muy atractivo para todos los que amamos la literatura.
Gracias, amigo.
ResponderEliminarTú sabes que es una cuestión de orden, aunque también hay algo que me atrae de este proceso y aún no lo sé definir.
Abrazo grandote
ay...
ResponderEliminar