Sara Teasdale intuye su parálisis
En cada palabra hay una herida por cerrar y otra abierta. Una herida tumefacta como los ojos crepusculares de una mujer violada, como el sexo manando esos períodos de los hijos frustrados –fantasmas de cloacas que sirven de alimento a los seres necrófagos de todos los subsuelos–; una herida profunda que vive en los afiches de las calles vacías donde un clochard ha muerto... Mirad la ventanita de aquella casa oscura; la poseen las sombras de dos cuerpos amándose, de dos químicas pares haciendo la mixtura de todos los humores, cocinándose, ardiendo sin percibir siquiera que la exacta genética dispone sus cadenas con precisión preclara. Mirad aquellas sombras, no necesitan método, pues manda el replicante sobre sus movimientos. Sobran las torías de todos los científicos, huelgan las religiones... Dos seres sin palabras, como sombras, sin cultura quizás –pues da lo mismo–, desentrañan en éxtasis la fórmula imposible de la vida. Mis piernas no responden, y no he amado aún... tan solo fui pa...