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Mostrando entradas de 2010

Con forma de haiku... (2)

Aves de paso, mis manos en tu vientre se vuelven fado.

Con forma de haiku...

El viento sopla bajo tu falda y siento celos del viento.

Todo es igual

Todo es igual... los pasos perceptibles, los labios como anémonas, el pálpito en la sien... la sorpresa si llegas, tu pelo con guirnaldas, el aire entre tus dientes, el silbido en el descendimiento hasta la cama, los días que pasan lentos... las noches como Electras, el cíngulo de miel, la brasa sin su llama, alguien que viene a verte, la luz con su desdén... la ciudad con sus horas, las afueras, el Cristo en la pared, las inglés, el revés... aquel venir del sueño, la palangana, el agua, el jabón y la piel... el mantel, los abrazos, los altos eucaliptos y aquel traer rompientes en los ojos de mar... las dudas, lo tranquilo [siempre un rincón para eso], las medias con carreras, el peine de carey... los cadáveres quietos, el amor en la cama, el no escaparse nunca, un camino, un edén... las palmeras, los arces, las campánulas nuevas, el cedro centenario, el norte, el sur... las pormes

Cataclismos

Los nódulos debajo de tu piel son cataclismos y yo los bordo a mano hasta lograr espigas e incluso desamparo... y te tiendes despacio sobre el lecho, trabada del rasguño de pantano que duerme en mis papilas, y rompes esa tregua de los ojos que te pedí hace un rato... no sé qué hacer y observo tus dos noches, con sus claros, caer bajo los hombros y miro con asombro el rojo desollado entre tus piernas y siento que los grillos deliran con sus cuernos de venado... tumbada con fervor... y en el costado la manada de venas pequeñitas latiendo como un blando acantilado... insisto en mi mirada y no te toco... te doblas, te desdoblas, elevas tus resaltes, arriesgas la postura, soportas el tensado vericueto de arquitrabes y látigos... me miras y me pides con los ojos... me enseñas y yo aguanto... Qué levedad tu eco y qué ruina mi espanto. Te espaldas y te muestras como un cielo carnal, desorillado... oleas y perfumas, ablandas y me inflamo... y ya no puedo más y busco el fondo del légamo y los lí

Tierra

¿Qué quieres que te diga, Tierra?... si no soy caballo que paste tu manto verde, ni baya madura a la que acojas para hacer esa cópula del humus... si no soy el topillo que te horada ni el cóndor que se te precipita en el abismo... si ni siquiera sé ser el eco que devuelves a mis oídos breves cuando grito... ¿Qué quieres que te diga?... si ni charco siquiera puedo serte después de los monzones pequeñitos de cada primavera... pero estoy sobre ti constantemente, telúrico animal casi sin sombra que a veces se arrodilla para escuchar tu ser voluptuoso... Me enseñaron a negarte demasiado temprano, a ser de lo banal con reincidencia, a no tenerte en cuenta, equivocado, para creerme inmortal sobre tu cáscara... y fue más importante el vidrio recién soplado que el cuarzo cristalino, los metales fundidos que tu lava, el plástico sintético que la aérea piedra pómez... fue más importante la mano que el poderoso rasgo de tus fallas... ¿Qué quieres que te diga, madre Tierra?... si ya sé que apenas s

¿Por qué no desnuda?

¿Por qué no desnuda?... sin los engaños en el pecho, sin las presiones de la muda y sin el vuelo del vestido para ocultar tus posturas... enséñate a los ojos como eres, sin el musgo de las cosas cubriendo tu piel, sin el truco en las colinas y en las blondas del cuerpo... sé el tapir en los juncos y deja que mis ojos sean manos... que me admire de todo tu desastre y te contradiga, que me deje goloso el caucho que derramas y me mate todo lo pálido... Gústate hasta que te ciña tu desnudo y se desate... gústate de la nube que eres hasta en la borrasca... gústate en la porcelana que levanta polvaredas en tus iris... en el brío de tus gestos, en el aire que agotas al girarte... y quiérete comer a dentelladas como en un adulterio con tus formas... y luego ese olor a mandarina de tu vientre, la desazón que lleva... que entre por tu nariz y te deje agotada.

Que no me duela morir

Que no me duela morir es lo que quiero... y rimar perros con árboles o hacerme un harakiri en el pulgar cuando atardece... bailar como un poseso al ritmo del ‘Dough roller blues’ de Garfield Akers y decidir si me muerdo una uña o me fumo el próximo cigarro como un suicida... pero que no me duela morir, porque no merece la pena que me vaya de aquí con un recuerdo amargo... que no me duela morir... y rimar las costuras de tu falda con los muslos o poner mantequilla en las galletas, y caminar toda una noche entera mientras llueve o simplemente dejarme caer en la cama como un fardo... Y que me canse de usar solo la mano derecha o que me olvide de que tengo un omóplato mientras miro tus senos de glicina a contraluz y con el filtro verde de mis ojos... y que siga deseando acariciar los meses como a tu vientre hecho de cutis fino y blondas suaves... y no sentirme indiferente como las reses en el paisaje, estancadas en los pastos con nada que hacer... Que no me duela morir... o que me duela p

Me siento precipicio

Me siento precipicio si me miro hacia abajo, un precipicio íntimo que no sigue los ritmos que le marco, y entonces me siento ‘tú’ más que ‘yo’, porque me miro como de lejos y me veo allí y no aquí, donde ocupan los ojos el juego singular de lo que tengo... y así me quiero y me desquiero, me admiro de lo que soy y me amargo por lo que haya de ser... que este acá no es lo mismo que aquel allá del vientre, del sexo descansando entre su bosque, de muslos y rodillas que se doblan... me desencuentro así cada mañana, como en mitades raras, desnudo y tiritando... e imagino el atrás que los ojos no alcanzan como esos ‘porsupuestos’ de lo dado por hecho... Vivir entre estos huesos, que juegan a quebrarse sin hacerlo, a veces me resulta un contratiempo, pues me siento en mitades y no entero... otras veces me olvido del andamio y dejo que mis manos se acurruquen en el suave correr del entremuslo... y me acerco despacio hasta ese vértice que me engaña en el tacto con su crema... no es vicio, es sol

Morir despreocupado

Lo sé sin más, sin darle vueltas... lo sé porque me descerraja y me turba, porque me deja destejido... me encanta mirarme en los ojos de las mujeres frágiles, porque me ruge e inclina mi voluntad, porque me arrastra... Muchachas asomadas a las ventanas, como geranios recién regados, como amuletos contra las palomas y los duendes, muchachas inalcanzables a esta pereza endémica y oscura de mis manos... asomadas como ofreciéndose a ser miradas, al oreo del día, como señuelos de prostíbulo o carne de conciencia turbia... Todo vendrá, si viene, desde el fondo... vendrá desde los ojos apagados, desde la caracola que es no estar, todo vendrá, si viene, desde este aquí que es todo, desde este ansia que fue en otro lugar, pero que es mía... mujeres frágiles con ojos que me miran desde las ventanas entreabiertas, mujeres frágiles entre visillos o cortinas de ducha, mujeres como incienso, elevando su olor tan mansamente como una duda... mujeres para trinchar con los ojos de carne... La alegría en

De la Poesía.

La poesía consiste en construir lugares que de otra forma serían inexpresables... si nombro ‘pluma’ a mi pluma, la estoy enunciando en su calidad de objeto físico, y ese nombrar no es poesía, es mera comunicación con quien me escucha... si la pongo en relación con otras cosas nombradas [como papel, tinta, mano...], estoy aumentando la dosis de comunicación con el que está enfrente y me estoy haciendo entender hasta llegar a expresar usos y funciones [la pluma con tinta escribe en el papel y va de mi mano... la pluma sin tinta, aunque vaya de mi mano, no escribe en el papel], y ese relacionar lo nombrado no es poesía... puedo incluso hasta jugar con las palabras que representan esos objetos para, sin llevarlas a efectos físicos, buscarles las distintas posibilidades reales [con la pluma y la mano me puedo rascar la cabeza... con la tinta puedo manchar mi mano y cambiar su color... con mi mano puedo arrugar el papel y lanzarlo...], y ese trabajo mental sobre la posibilidad tampoco es poe