Un respiro catulino
Caléndula, la que muere en mis brazos cada noche,
no sabe aún que envejece y malgasta su tiempo
en pensar en vestidos y chapines de cuero.
Acapara miradas de varones trempantes
y se solaza de ello con alguna sonrisa.
No puede adivinar que en un lustro cortísimo
ni de puta le darán dos sestercios.
Caléndula, la que muere en mis brazos cada noche.
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