Vladimir Maiakovski muere de revolución

Ya es oyen los cánticos,
los gritos,
de los pobres del mundo
caminando hacia el norte
con sus hoces altivas rezumando una sangre burguesa
que gotea mansamente sobre sus sucios rostros.

Mi corazón cabalga de una extraña alegría,
es un timbal siniestro de entusiasmo y de sed.

Vienen de Macedonia, del Sahara extranjero,
de Corfú, de Aquitania,
del mismo corazón de la manzana de cemento
donde fueron esclavos.

No tienen ideólogos, no quieren.
No admiten la política ni el orden.
Rugen y arrasan todo,
apalean con odio al tirano y a todos sus delfines.

Ya se sienten sus pasos como uno.

Vienen desde los monzones eternos,
desde el volcán de barro, desde los huracanes,
y son la muerte misma, una muerte gloriosa y espartana.

Tiemblen todos los virreyes,
los hombres del petróleo,
las sucias alimañas del dinero,
los que contemporizan,
los de la caridad.
Tiemble el mundo entero,
pues los pobres se han cansado
y no hay armas posibles contra su rabia.

Muero de libertad
mientras el mundo es un incendio.

•••

Vladimir Maiakovski se disparó un tiro en Moscú el día 14 de abril de 1930.

© luis felipe comendador

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